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Tomó el colectivo en la esquina de lo de su padre y cabeceó en el viaje. Se despertó dos paradas más allá y volvió buscando los techos para no mojarse. Llegó al arco de piedra del cuartel Central y saludó al cuartelero, que pasaba un trapo por el piso.
- Qué hacés “padrecito”?
- Cómo va, mono?- extendió la mano al viejo que estaba detrás de la ventana de la guardia, el bombero más antiguo – Cómo anda, Martins?
- Bien, Iván, vos?
- Mejor daría asco.
Atravesó el pasillo poblado de camiones rojos y llegó hasta el vestuario donde descansaban los sacos de cuero y los cascos. Abrió el candado de una taquilla y sacó su uniforme azul.

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