I

A Ignacio David


Se dio vuelta en la cama. Llovía. Escuchó el teléfono a lo lejos y dejó de pensar. No iba a moverse hasta no estar seguro de que era. Aunque a esa hora casi seguro que era. Transcurrían los segundos y el sonido de la lluvia lo volvía a sus pensamientos. Cerró los ojos. No era. La alarma comenzó a sonar y saltó de la cama. Sin darse cuenta se calzó los zapatos sin atar y salió al galpón poblado de camiones. Caminó rápido-sin correr- hacia los vestuarios, cruzándose al oficial que corría a abrir el portón y poner en marcha el primer camión. Comenzaba a sonar la sirena general.
Cómo llueve, la puta madre pensó mientras se sacaba los zapatos, se calzaba las botas enganchadas en los pantalones anchos de nomex con tiradores, que se calzó a los hombros antes de agarrar el saco y el casco de dos amigos distintos, porque su equipo estaba en Central. Adoraba el momento de caminar hacia el camión con la realidad teñida de rojo por las balizas giratorias. Miró la hora en el celular y lo guardó en el bolsillo más seguro, eran las dos menos cuarto. Entró por la puerta abierta del camión. Llegó Tejera, corriendo.
- Quedate, negro, no hay nadie- le dijo el oficial.
Encendió la sirena y salieron.
- Si vengo corriendo con esta lluvia y me dejas atendiendo el teléfono te mato- le dijo Iván.
- Si fuera chofer lo dejaba salir a él.
Era demasiado temprano para hablar y era costumbre no hablar a la ida, por lo que fue lo último que dijeron hasta llegar. A pesar de la sirena no pudo evitar pensar, la calle estaba vacía y llovía, hasta que vio las llamas. Misteriosamente el fuego lo aliviaba.
- Destacamento numero uno, movil cuatro.
- Adelante- respondió la voz metalica (y furiosa)
- En el lugar.
- QSL
Era un Ford Taunus prendido fuego totalmente en su interior, había algunas personas alrededor quejándose por lo que habían tardado, como siempre. La intuición les hizo pensar que no había nadie adentro, pero la intuición a veces fallaba. Al bajar, la lluvia le hizo acordar que se pusiera el saco y el casco. El oficial acopló la bomba mientras Iván sacaba la manguera enrollada y se acercaba al fuego, tratando de acordarse cómo funcionaba esa lanza, que no era de corte rápido como las que solía usar. Sintió el calor del fuego y lo contempló unos segundos hasta que sintió la presión en la manguera. Fue como si se despertara. Giró la punta de la lanza que comenzó a tirar agua en forma de abanico, moviendo la manguera en zigzag y el fuego chilló, gimió, escupió humo y calor y desapareció demasiado rápido. Volvió a pensar, volvió a girar la punta de la lanza y el abanico se transformó en chorro para enfriar mejor lo que quedara del tapizado y llegar mejor a los huecos. El humo se despejó y casi ni notaron el alivio de que se confirmara la intuición de la que estaban casi seguros, pero aunque casi ni lo notaran o no se permitieran en general involucrarse, se aliviaron de que no hubiera nadie adentro. Siguió tirando agua a donde humeara durante varios minutos, y finalmente cerró la lanza.
- Ya está?- preguntó el oficial por decir algo, mientras bajaba la presión del agua.
- Sí.
Enrollaron la manguera, les chorreaban los cascos.
- Les tomás los datos?
- Cómo no-
Sonrió. No sonreían muy a menudo, pero los alegraba mucho el trabajo, los alegraba compartir algo así cuando hacía un par de horas se reían frente a un televisor tomando cualquier cosa y hablando estupideces. Los hacía sentir más hombres, más amigos.
Buscó la planilla en la cabina, se sacó el casco y fue hacia la gente
- Quién es el dueño?

El oficial –Luis- se sacó el casco en la autobomba y encendió un cigarrillo.
- Lo quemaron por el seguro?- le preguntó a Ivan cuando volvió.
- No, parece que se lo quemó la ex.
Luis se rió.
- Convidame un cigarrillo.
Miró la hora en el celular, vio que tuviese buena señal y volvió a guardarlo.
- Qué hora es?
- Ya te digo – sonrió mientras volvía a sacar el celular- dos y media. Gracias – agarró el cigarrillo
- Qué cosa, no?
- Qué?
- El amor, hay amores que queman, no?- rió con ese catarro de fumador.
- Mh- dijo con el cigarrillo en la boca mientras una llamita le iluminaba los ojos y volvió la vista a la lluvia. Sus labios se acercan lentamente. Otros labios esperan, simplemente no se mueven, y el pecho le quema, no puede creer lo que está pasando...
- Destacamento numero uno, movil cuatro.
- Adelante.
- De regreso, disponible.
- Ok.

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