VIII

- Pip pip.
Abrió los ojos. Vio en la oscuridad el brazo de Luis alcanzar la mesa para agarrar el Nextel.
- Adelante- prácticamente no tenía voz.
Empezó a estirarse en la reposera que usaban para dormir. Las bases estaban diseñadas para que no den ganas de quedarse. Incómodas, sucias, casi vacías. En algunas había ratas, se decía que en una había espíritus y dormían siempre en la ambulancia.
- Te paso grado dos por favor, Mansilla y Garibaldi, Victoria- la voz de la despachadora no daban muchas ganas de vivir.
- Copiado.

- Meté sirena – dijo la médica. Iba rápido porque era lejos.
- Es tarde, doqui.
- Pero está lloviendo, por favor- en el cuello de la doctora brillaban dos chapitas doradas con forma de hijos.
No terminó de decirlo cuando de golpe apareció un auto justo delante de ellos, había salido de la nada, se mandó a toda velocidad a cruzar la avenida antes de que cortase el semáforo y tuvieron la escena en la cabeza de chocarlo por la mitad. Iván pensó que la ambulancia viraría hacia la izquierda y saldría despedido por el parabrisas por ser el único que no llevaba cinturón puesto. Si pasaba eso estaba en problemas. Luis frenó lo menos posible para no perder el control, pero la ambulancia comenzó a girar hacia la izquierda. El auto desapareció tan rápido como había aparecido. El chofer tuvo la frialdad de acelerar en lugar de frenar y eso le salvó la integridad física a todos. Luis sacó el pie del freno y la ambulancia se enderezó. Puso la sirena. Nadie dijo nada. Se bajaron y entraron al domicilio. Otra vez el apuro que suele ser mal signo, la adrenalina los despertó un poco hasta que vieron al paciente sentado y hablando.
- Se desmayó!- dijo la madre
- Estuvo vomitando toda la noche...
- Buscapina compuesta- dijo la médica en voz baja – abrí la boca.
Abrieron el maletín.
- Pasame un bajalenguas, decí “aaaaah”
- “Aaaaah”.
Fueron preparando la inyección. Con el bajalenguas le provocó una harcada.
- Abrí grande. Tengo que ver
- Aaaaah
Le provocó otra harcada
- Listo. Le vamos a aplicar una buscapina, sí? para frenarle los vómitos, el desmayo fue un bajón de presión, quizá una muy leve deshidratación por los vómitos, que tome mucho líquido.
Luis le daba golpecitos a la aguja en el fondo de la ampolla de vidrio vacía para desafilarla a propósito.
- Duele eso?- dijo el chico con cara de terror.
- Qué edad tenés?- preguntó Iván.
- 22.
- Acostate, por favor-
- Efecto Citrus- dijo Luis.
- Totalmente- ambos sabían que eso duele.
- Fírmeme acá por favor- le dijo la médica al padre.
Luis llevó el maletín a la ambulancia, Iván esperó que la médica diera las últimas indicaciones en el pasillo. Miraba un cuadro de Dalí en la pared. “El Cristo” de Dalí.
Una vez en la ambulancia la medica miró fijamente a Luis.
- La puta que te parió Luis. Nunca más vas conmigo a un grado dos sin sirena.
Rieron un poco.

Misteriosamente no tuvieron nada hasta las 7.
Iván se levantó y preparó mate. Luis lavaba la ambulancia, la médica dormía. Iván le pasó un trapo por adentro e hizo el parte de la medicación que habían gastado mientras tomaban mate. Llegó el relevo de Luis y se despidieron, le dejaron un beso a la doctora.
- Para dónde vas?
- Para allá.
- Listo, un gusto capo, por ahí nos cruzamos otra vez.
- Igualmente maestro, mucha suerte.

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