VI

Detuvieron la ambulancia frente a un bar de licuados y hamburguesas y pidieron licuados y hamburguesas. El piso estaba mojado. Luis seleccionó algunos temas en la fonola y bailó solo. La médica empezó a leer el diario. Iván notó la mirada de la mesera y no la desvió hasta que lo hizo ella, pero no volvió a mirarla, sino que recordó otros ojos. Si pudiera llamarla.
- Viste eso?- dijo Luis mirando por encima del hombro del de la doctora una noticia conocida sobre un hombre que se había comido a otro, y se sentó algo agitado a devorar su hamburguesa
- Una locura.
- Pip pip – sonó el Nextel – chicos.
- Siiii-
- Por donde andan?
- Balvanera
- Les paso grado uno entonces, apoyo PCR[1] para avella, en cuenta la distancia.
- Ok.
Una seña a la doctora y salir rápido. Iván volvió a entrar para pagar. Llovía otra vez.
- Dijo avella?- preguntó Luis, algo nervioso.
- Sí -contestó la doctora- no es tan lejos en realidad, salí por acá... vamos a bajar el bolso verde, el dain y el tubito de oxígeno...
- Ok.
Sirena furiosa a pesar de la lluvia, más velocidad de la habitual. Ansia de llegar, menos de Luis, que lo ponían un poco nervioso los paros cardiacos, equivoca la altura, vuelve. Salen de la casa antes de que se bajen de la ambulancia. Es un mal signo, malas caras, nadie dice buenas noches, suben sin correr pero rápido. Se abre la puerta del dormitorio, está el médico encima del paciente haciendo masaje cardíaco, el chofer trata de pincharle una vena en la mano con el suero preparado. Bolsos y equipos desplegados abajo y arriba de la cama. El pip! del ritmo cardíaco suena a la vez que el doctor comprime su pecho. El sonido seco del oxígeno de fondo. Cierran la puerta y entre ellos sí hay un buenas noches, como va?
- No pude intubarlo – anuncia el médico que ya estaba trabajando.
Iván lo reemplaza con las compresiones. El pecho del paciente está húmedo de transpiración y algo frío, tiene los ojos abiertos.
- Se despertó con mareos, sudoroso, la señora le dio Isordil sublingual-
- Mal hecho – acota la doctora
- Ah, si?- pregunta Luis
- Sí – confirma la doctora – podía ser un bajón de presión nada más-
- Nos llama a nosotros, cuando baja a abrirnos todavía hablaba, al subir ya estaba en paro. Vas a intentar de nuevo? – le dice el médico a Iván cuando lo ve agarrar el laringoscopio y el tubo endotraqueal dejando de comprimir, no tiene mucho sentido comprimir si el aire no entra bien, le quita la mascarilla, le abre la boca semirígida. La sangre impide ver bien, está lastimado por los intentos, la sábana también tiene algunas manchas de sangre. Entra con el laringoscopio por la comisura izquierda con dificultad, la linternita de la punta hace lo posible pero la verdad es que no se ve casi nada, imposible ubicar las cuerdas vocales, empuja la lengua lo más posible.
- Encima es de cuello corto.
- Sí, eso dificulta mucho.
Ingresa el tubo endotraqueal y se traba, cuesta ubicar algún conducto y Dios quiera que sea la tráquea, finalmente entra.
- Sacale el alambre
Le quita el alambre y ensambla el ambú, le da aire pero se infla el estómago, entró a la faringe. Le saca el tubo y sigue con las compresiones, la doctora quiere intentar. Mientras tanto terminan le encuentran una vena para el suero y parten ampollas de adrenalina para dejarle en la sangre. El doctor le pasa las paletas del desfibrilador.
- Apoyalas nomás.
Así lo hace y el doctor mira el registro, los demás no necesitan hacerlo porque escuchan el piiiiiip sin variaciones. La muerte se lo lleva. O ya se lo llevó. La doctora saca el tubo endotraqueal: otra vez entró en la faringe. Luis se ofrece a seguir con el masaje cardíaco, Iván vuelve a agarrar el laringoscopio, siente que lo miran como a un ingenuo. Recuerda al único muñeco que intubó en su vida, ilumina con el laringo, empuja la lengua trata de ver mejor, pero no se puede, agarra el tubo y le dobla más la punta, ingresa aun sin ver, mete sus dedos para guiarse, razón por la cual lo reprendieron aquella vez con el muñeco aunque fuera el que lo hizo más rápido y entra, esta vez un poco más arriba, se apura a sacar el alambre y dar aire. Sonríe. Soy un capo
- Bien – dice el médico y quisiera poner más énfasis, pero sabe que igual está muerto. Agarra las paletas, Iván se ubica como para tomarlas y el médico se las pasa. Recuerda de cuando era chofer y las probaba todas las mañanas que el botón de carga es el negro al costado y el de descarga el rojo. La lucecita verde de la de la izquierda se prende, la amarilla todavía no. Titila, lee lo que dice cada una: “apex” y “sternon”, las estaba agarrando al revés, corrige, la luz amarilla se prende, coloca la de apex bajo la tetilla izquierda y la otra sobre el esternón, se fija de que nadie, (ni él) esté tocando al paciente y apreta los dos botones rojos a la vez. La persona se sacude, no con un sacudón sino como si tuviera escalofríos.
El doctor mira el registro – dale otra.
Vuelve a cargar y a lo choca de nuevo. No hay respuesta.
- Pupilas midriáticas – dice mientras las observa con una linterna – te parece doc?
- Hace cuanto están?
- Media hora.
- Sí, ya está, hoy ya es dieciocho, no?- anota en la historia clínica – qué codigo de auxilio les pasaron a ustedes?
- Negativo xilocaína siete (0X7)
- Ok, voy a decirle a los familiares. Acomoden un poco – salen los dos médicos
Tiran las ampollas, jeringas, guantes. Se escuchan las palabras
- No salió del paro.
- Cómo que no salió? Por qué no lo llevaron a algún lugar?- porque ningún hospital recibe un muerto, señora- Cómo que no salió?
Silencio.
- Puedo pasar?
- Sí – no habían terminado de acomodar.
- No puede ser! Viste viejo? Te dije! No puede ser! – la mujer llora sobre su pecho.
Iván siente asco de si mismo porque se alegró tanto de intubarlo. Ahora lo ve intubado y le parece ridículo, no lo hizo por el paciente, lo hizo por él. Quizá en el fondo no le importaba si salía.
- Por favor no hagan ruido que está la madre abajo, tengo que pensar cómo se lo voy a decir, cómo hago?
- Tranquila – le dice un hombre que entra. Y la agarra por los hombros.
- Yo le di una pastilla, no estuve mal, no?
- No, estuvo perfecto- le responde Iván sin mirarla.
El hombre se la lleva.
Luis le cierra los ojos, Iván le saca el tubo.
- Esto es de ustedes?- pregunta el otro paramédico.- Sí, y esto es tuyo- responde Luis y se reparten las cosas como si fueran juguetes que compartieron por un rato.
Cierran los maletines, suenan los cierres de los bolsos de paro, se cuelgan los desfibriladores y salen a atravesar la escena de dolor casi sin mirar, casi sin dejar que los toque mucho, como aguantando la respiración para pasar por el humo del incendio sin intoxicarse.
[1] Paro Cardiorrespiratorio.

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