I

A Ignacio David


Se dio vuelta en la cama. Llovía. Escuchó el teléfono a lo lejos y dejó de pensar. No iba a moverse hasta no estar seguro de que era. Aunque a esa hora casi seguro que era. Transcurrían los segundos y el sonido de la lluvia lo volvía a sus pensamientos. Cerró los ojos. No era. La alarma comenzó a sonar y saltó de la cama. Sin darse cuenta se calzó los zapatos sin atar y salió al galpón poblado de camiones. Caminó rápido-sin correr- hacia los vestuarios, cruzándose al oficial que corría a abrir el portón y poner en marcha el primer camión. Comenzaba a sonar la sirena general.
Cómo llueve, la puta madre pensó mientras se sacaba los zapatos, se calzaba las botas enganchadas en los pantalones anchos de nomex con tiradores, que se calzó a los hombros antes de agarrar el saco y el casco de dos amigos distintos, porque su equipo estaba en Central. Adoraba el momento de caminar hacia el camión con la realidad teñida de rojo por las balizas giratorias. Miró la hora en el celular y lo guardó en el bolsillo más seguro, eran las dos menos cuarto. Entró por la puerta abierta del camión. Llegó Tejera, corriendo.
- Quedate, negro, no hay nadie- le dijo el oficial.
Encendió la sirena y salieron.
- Si vengo corriendo con esta lluvia y me dejas atendiendo el teléfono te mato- le dijo Iván.
- Si fuera chofer lo dejaba salir a él.
Era demasiado temprano para hablar y era costumbre no hablar a la ida, por lo que fue lo último que dijeron hasta llegar. A pesar de la sirena no pudo evitar pensar, la calle estaba vacía y llovía, hasta que vio las llamas. Misteriosamente el fuego lo aliviaba.
- Destacamento numero uno, movil cuatro.
- Adelante- respondió la voz metalica (y furiosa)
- En el lugar.
- QSL
Era un Ford Taunus prendido fuego totalmente en su interior, había algunas personas alrededor quejándose por lo que habían tardado, como siempre. La intuición les hizo pensar que no había nadie adentro, pero la intuición a veces fallaba. Al bajar, la lluvia le hizo acordar que se pusiera el saco y el casco. El oficial acopló la bomba mientras Iván sacaba la manguera enrollada y se acercaba al fuego, tratando de acordarse cómo funcionaba esa lanza, que no era de corte rápido como las que solía usar. Sintió el calor del fuego y lo contempló unos segundos hasta que sintió la presión en la manguera. Fue como si se despertara. Giró la punta de la lanza que comenzó a tirar agua en forma de abanico, moviendo la manguera en zigzag y el fuego chilló, gimió, escupió humo y calor y desapareció demasiado rápido. Volvió a pensar, volvió a girar la punta de la lanza y el abanico se transformó en chorro para enfriar mejor lo que quedara del tapizado y llegar mejor a los huecos. El humo se despejó y casi ni notaron el alivio de que se confirmara la intuición de la que estaban casi seguros, pero aunque casi ni lo notaran o no se permitieran en general involucrarse, se aliviaron de que no hubiera nadie adentro. Siguió tirando agua a donde humeara durante varios minutos, y finalmente cerró la lanza.
- Ya está?- preguntó el oficial por decir algo, mientras bajaba la presión del agua.
- Sí.
Enrollaron la manguera, les chorreaban los cascos.
- Les tomás los datos?
- Cómo no-
Sonrió. No sonreían muy a menudo, pero los alegraba mucho el trabajo, los alegraba compartir algo así cuando hacía un par de horas se reían frente a un televisor tomando cualquier cosa y hablando estupideces. Los hacía sentir más hombres, más amigos.
Buscó la planilla en la cabina, se sacó el casco y fue hacia la gente
- Quién es el dueño?

El oficial –Luis- se sacó el casco en la autobomba y encendió un cigarrillo.
- Lo quemaron por el seguro?- le preguntó a Ivan cuando volvió.
- No, parece que se lo quemó la ex.
Luis se rió.
- Convidame un cigarrillo.
Miró la hora en el celular, vio que tuviese buena señal y volvió a guardarlo.
- Qué hora es?
- Ya te digo – sonrió mientras volvía a sacar el celular- dos y media. Gracias – agarró el cigarrillo
- Qué cosa, no?
- Qué?
- El amor, hay amores que queman, no?- rió con ese catarro de fumador.
- Mh- dijo con el cigarrillo en la boca mientras una llamita le iluminaba los ojos y volvió la vista a la lluvia. Sus labios se acercan lentamente. Otros labios esperan, simplemente no se mueven, y el pecho le quema, no puede creer lo que está pasando...
- Destacamento numero uno, movil cuatro.
- Adelante.
- De regreso, disponible.
- Ok.

II

Le dio un manotazo al despertador. Había parado de llover. Se fue acordando donde estaba y hacía un esfuerzo infinito por levantarse. Volvió a dormirse y quince minutos después saltó de la cama. Se lavó la cara pensando dónde desayunaría. Lamentó no poder preparar unos mates, pero no llegaba. Saludó al oficial que se alegraba de su cara de almohada. Firmó el libro de guardia.
- Te vas, Iván?- Luis tenía esa particularidad, de hacer preguntas que se respondían solas.
- Si, capo
- Vas a laburar?
- Sí - le dijo, estirando una mano, palmeándole el hombro con la otra.
Se subió a una bicicleta y salió, mirando la hora en el maldito celular que no había sonado en toda la noche. Había salido el sol.

- Callate perro de mierda- le decía quince minutos después al perro del vecino.
La llave tapó la luz que entraba por la cerradura y giró dos veces. Todo se mantenía prolijamente en su desorden. Encendió la dicroica que daba a la mesa del comedor, apoyó la mochila por ahí, cambió de uniforme, se echó desodorante, volvió a calzarse la mochila, miró la hora en el despertador y salió de nuevo.
Compró facturas en la esquina y corrió un colectivo que perdió. Desayunó en el siguiente y cuando estaba llegando marcó un numero en el celular.
- Vittal – atendió una voz de mujer.
- María?
- Síii, Iván?
- Cómo va, todo bien por ahí?
- Mas o menos, cuándo volvés? faltó Gustavo encima
- Uy, están hasta las manos, preguntale a Pica por donde anda San Fernando.
- A ver pará, te paso con Pica.
- Qué hacés Iván
- Maestro de la vida, estoy llegando tarde, por donde lo tenés a Sanfer?
- Llendo a un grado dos, por donde estás?
- Fleming y Marquez.
- Bajate ahí que les digo que te pasen a buscar.
- Capo, gracias.
- Cuidate.
Bajó, se abrochó la camisa y empezó una medialuna cuando escuchó la sirena.

Estiró su mano dos veces.
- Iván.
- Jorge- se presentó el doctor
- Luis- el chofer.
Se desviaron mucho?
No, nos quedaba de paso
Siguieron hablando de cualquier cosa, como desde cuándo trabajaban en la empresa, hasta llegar.
El chofer le pasó el Nextel a Iván, que apretó el botón para modular pero daba ocupado. Jorge abrió la puerta lateral para que Luis bajara el maletín. Ya salía gente de la casa, eso era un mal presagio, el Nextel de despacho seguía dando ocupado.
- La reja está abierta – les dijeron
Pasaron, finalmente el Nextel hizo el ruido a grillo que hace cuando el otro lado está libre.
- Sanfer- Moduló Ivan
- Adelante- respondió Javier
- Con arribo.
- Copiado.
La gente estaba apurada realmente, y eso era otro mal signo, les contaban que de golpe se había desmayado y no había reaccionado del todo, había tenido “como una convulsión”. Una vez adentro subieron hasta el primer piso y entraron a la habitación matrimonial. No era chica, pero estaba desordenada y eso le daba aspecto de poco espacio. Estaba bien decorada, era estética. El cubrecama desbordaba desde los pies de la cama hasta la mesa del televisor. La mujer estaba de costado en la cama, respiraba con dificultad.
- Cómo se llama?- preguntó Jorge
- Marcela
Comenzó a llamarla enérgicamente y a presionarle en una articulación del hombre que duele como para despertar a cualquiera. Pero no despertó. Iván y Luis se miraron. El médico le pellizcó una mano, miró las pupilas, seguía llamándola. Una hija de unos 17 años apareció y comenzó a contarles su historia clínica. El marido resoplaba en el pasillo. Se invertían los roles. El médico levantó una de las manos de Marcela por sobre su rostro y la dejó caer. La mano no se desvió como debería haberlo hecho y fue lo que terminó de definir el cuadro.
- Cómo está?- preguntó el marido
- Vamos a tener que llevarla.
- No!, yo sabía- el hombre volvió al pasillo pegándole a la pared. Se miraron.
- Vamos a intubarla, sí? Le colocamos una vía, cinco ampollas de diazepan, Luis: andá a buscar el bolso de paro, está cursando un acv[1].
- Ok- dijo Luis
Iván abrió el maletín y buscó rápidamente una guía de suero, solución fisiológica, cinta, tijera y...
- Fijate si hay una abocath de 16
- ... una abocath de 16- repitió mientras buscaba. Sacó 5 ampollas de diazepan – el baño donde es?
- Por acá- le respondió la hija.
Con la tijera abrió el suero fisiológico, le colocó la guía y la purgó en el lavatorio. Volvió. El médico ya había colocado el lazo y estaba buscando la vena con la abocath. La encontró en segundos, Iván le pasó la guía y pedazos de cinta para sujetarla. Luis subía.
- Abrí la chapita-
El suero empezó a correr y abrió las cinco ampollas, sacó una jeringa y su aguja y las fue cargando.
- Efecto “citrus”- no dudó en vaciar la jeringa. Ya tenía las cinco ampollas circulando por sus venas. Eso debería eliminarle totalmente el reflejo nauseoso para poder intubarla sin que vomite. Luis ya tenía listo el tubo de oxígeno conectado al ambú y dos o tres medidas de tubo endotraqueal para intubarla. El médico se colocó guantes y le metió los dedos en la boca. L amujer tuvo cierta harcada.
- 3 ampollas más- ordenó
El “ploc” de la ampolla de vidrio al romperse se escuchó tres veces más y tenía tanto diazepan en su sangre como para dormir un caballo.
- Puedo ver, doc, mientras la intubás?- preguntó Ivan.
Si, agarrala de las piernas y correla para allá, ponela así.
La corrió de un solo movimiento para que quedase su cabeza al borde de la cama.
- Notan un cambio en su respiración?- la miraron detenidamente.
- Sí – dijo Iván- disminuyó mucho... si es que existe.
- Ahí me gustó más, no está respirando.
Los tres miraron el bolso de paro para lanzarse sobre él, pero escucharon que ella inspiraba una bocanada de aire.
- Fue solamente una apnea. -
El médico agarró el laringoscopio, un instrumento de metal en forma de L con una pequeña lámpara en la punta que ingresó por la comisura de los labios. Empujó la lengua hacia abajo y preguntó
Ves las cuerdas vocales?
Sí- respondió Ivan
Si ves eso ya está- eligió uno de los tres tubos endotraqueales- ya estás adentro- ingresó uno por entre las cuerdas bocales y lo fue metiendo hasta un tope, sacó el laringoscopio- Vamos a cargarla.
Luis alcanzó el collar cervical que le pusieron Iván y el médico y coordinaron para subirla a la tabla espinal. No se sabe de dónde pero aparecieron suficientes hombres para bajarla por la escalera, no pesaba poco y la escalera era incómoda. Finalmente la puerta trasera de la ambulancia se cerró y Luis apretó el botón del Nextel. Sonó el ruidito típico.
- Sanfer
Adelante
Mientras tanto abría la puerta del chofer.
- Iniciando la derivación- terminó de hablar y tiró el Nextel al asiento antes de que contestara. Encendió el motor.
Copiado – respondió el operador al aire
En grado uno- dijo el médico a través de la ventanilla interna que comunicaba a la parte de atrás de la ambulancia. Encendió la sirena.
[1] Accidente Cerebro Vascular

III

Sacó un cigarrillo. Habló entredientes a Luis, que metía la camilla vacía. Raspó la piedra del encendedor.
- Empezamos bien, eh?
- Dios no te oiga.
El humo del cigarrillo se mezclaba con olor a tormenta. Remolinaban unos papelitos en el pasillo externo de la Clinica San Lucas. El médico volvió de la guardia.
- Me convidás uno?
Le ofreció también a Luis, que aceptó con cierta culpa al ver que quedaban pocos- ahora compramos- prometió.
Trabajás en otro lado, doc?
- Sí, estoy en el Durand, soy anestesista, de dónde sabías lo de “efecto citrus”?
- Alguna vez trabajé en el hospital, el Cetrángolo, no mucho...
Luis miró como preguntando.
- Le dije que mandara la medicación efecto citrus y no dudó en mandarla en bolo. Efecto citrus lo usamos en el hospital para decir “chupate esta mandarina” pero no se usa mucho en la ambulancia, es un código como decir “h” entre nosotros, cuando estamos delante de un loco de mierda que no tiene nada, que lo único que tiene es histeria.
- Sí, lo de “h” lo conocía.
- Pip pip- dijo el Nextel- Sanfer.
- Puta madre- apretó el botón- adelante.
- Me referís la demora?-
- Ya estamos con final, codigo 141 (ACV)-
- Copiado, graciassss, te voy pasando un dos en Acassuso, Perú y Martín Coronado, grado 2.
- Copiado
Pisaron los cigarrillos y caminaron. Volvió a sonar la sirena. La calle a esa hora ya estaba imposible. La sirena hacía bastante, pero la ciudad ya se acostumbraba a ella y los autos tardaban más en correrse.
- Mirá ése culo, por Dios- dijo el médico y el chofer saludó con la mano a una chica que pasaba. Iván sonrió y vio que el cielo no aguantaría mucho más, las nubes negras estaban cada vez más cerca. Rogaba que no lloviese, aunque le gustara la lluvia. Tiruriruriru anunciaba el Nextel. “mensaje nuevo” se leía en su pantallita. Lo abrió y leyó en voz alta:
Perú 298, 5to único, dolor de pecho, bono no, coseguro cero, 35 años, femenina.... “h”
- Ya casi estamos, -apagó la sirena- 298 dice?
- Si
- 270, 284, es ahí.
Cric. Sonó el nextel- Sanfer con arribo- dijo Ivan
- Copiado- respondió la voz metálica.
- Bajen el electro- dijo Jorge.

Tocaron en el 5°.
- Sí? Dijo una voz desahuciada
- Médico!
- Abré?
Empujaron la puerta
- Ya está!
En el ascensor cerraron los ojos y trataron de dormir. Por suerte no llovía. No importaba que la guardia estuviera empezando. O venían de otra guardia o no habían descansado lo suficiente desde la guardia anterior. Siempre estaban cansados, era una ley. El ascensor frenó bruscamente. Abrieron la puerta tijera y se abrió la puerta de madera que daba al departamento luego de dos vueltas de llave. Los esperaba una mujer alta, ojerosa, quizás atractiva alguna vez.
- Pase doctor- su voz sonaba depresiva.
Se miraron. h, pensaron.
El living realmente impresionaba, además de ser infinito, lo que valdrían esos muebles no los compraría ni mil horas de guardia, ni dos mil.
- Es por acá, doctor, me está doliendo desde que me levanté, no comí nada, no sé.
En el pasillo había fotos de caballos y carreras.
- Qué te duele?
- La panza, todo acá - señaló una franja a la altura del ombligo.
- No te duele el pecho?- preguntó el doctor, comenzando a ponerse de mal humor.
- No! Acá.
Se miraron, alguno sonrió. Luis dejó el electro en el piso.
Por costumbre, Iván apoyó el maletín en un lugar seguro de la cama, lo abrió, sacó el tensiómetro y le tomó la presión. La mujer hablaba sin parar.
- 12/8- le informó a Jorge. No podría estar mejor.
- Imagínese, doctor, mis padres tienen 80 años, estoy harta, mucho estrés, yo trabajo, hago esos collarcitos que ve ahí, pinto también. Ahí hay un cuadro, ése mirá, agarralo- le dijo a Luis y Luis lo agarró antes de preguntarse por qué lo hacía. Era sinceramente espantoso.
Se quedaron mirándola hasta que se calló.
- Anoche comiste algo que te pudiera hacer mal?- preguntó el médico con resignación.
- Comí un yogur, y chocolate, mi papá me pidió que comprara chocolate a las 12 de la noche, usted lo puede creer? (“no” dijo el medico, pero ella no lo escuchó) estoy harta!-
- Buscapina, amigos- Iván la preparó y se la pasó a Luis.
- ... encima tengo que cuidar a mi novio, es un chico más- se miraron- le tengo que lavar la cabeza! lo baño, claro es depresivo, pero yo no doy más doctor.
- Dése vuelta por favor- dijo Jorge mientras terminaba la planilla.
Ella lo hizo sin dejar de hablar, sin preguntar qué le iban a poner. Luis le levantó el camisón, corrió lo suficiente la ropa interior pasó alcohol y pinchó.
- Adiós- dijo el médico y le extendió la mano con una mueca por sonrisa.
- Suerte con los cuadros- dijo Iván
- Suerte con el novio- agregó Luis.
Y se fueron. Por fin pudieron desahogarse en el ascensor.
- Una becada de la vida.
- Qué país generoso.
- Dios le da pan al que no tiene dientes
- El novio un vivo bárbaro
- Qué hijo de puta!
- Sexo gratis, le usa la plata y le lavan la cabeza!
Cric – me copiás?
- Adelante.
- Con final 132 (Gastroenteritis)
- Copiado, gracias, vamos bajando para base, no hay nada por ahora chicos.
- Gracias.
Afuera diluviaba. Le acariciaba el costado del rostro. Tenía atado el pelo, ella le pasó la mano por la cara y se estremeció.
- Te quedás?- le preguntaron con la puerta abierta.
Sonrió y atravesó la cortina de agua hasta la ambulancia.

IV

Compró una gaseosa y comenzó a recorrer los puestos de artesanos en la Plaza. Había menos, por la lluvia, pero no podían darse el lujo de no abrir. Mates, sandalias, anillos, tapices, velas. Trataba de distraerse. Se detuvo ante un puesto de calados en madera. Buscó algún caballo de mar pero no vio. Observó unos signos.
- Querés que te explique lo de las runas?.
La miró. Tenía ojos claros y mirada profunda.
Asintió con la cabeza – bueno.
- Se usan cuando uno está por decidir algo importante. Cada una tiene un mensaje, son 25– de las maderitas talladas una cintita ataba un pequeño rollo de papel madera – son muy precisas, excepto una, que está en blanco, esa sale cuando la persona sabía de antemano lo que tenía que hacer, pero no se anima a tomar la decisión, se sacan con la mano derecha de una bolsa, no se puede consultar más de una por día. Lo querés hacer?
- Sí – preguntó el precio, pagó.
- Tenés que pensar una pregunta, o sobre lo que quieras decidir.
No necesitaba pensarlo para tenerlo en la mente. Sacó su “runa” y la sostuvo en la mano.
- Te la envuelvo? Después la mirás, cuando estés solo.
- No, gracias.
- Pip pip- dijo el Nextel. Sonrió – Sanfer.
Guardó la maderita y contestó, alejándose del puesto.
- Te paso un trasladito, disculpá.-
- Ok, no hay problema – odiaba los traslados. Empezó a sonar la musiquita del pager que entraba al Nextel.
Abrió la puerta de la ambulancia. Luis habló sin moverse.
- Qué es?
- Un traslado
Insultó y se dio vuelta para seguir durmiendo. A los pocos minutos arrancaba la ambulancia y se alejaba de la plaza.

La primer pata de la camilla se extendió automáticamente con su ruido metálico y comenzó a rodar en la entrada de la guardia, luego lo hizo la segunda. Caía un manto de llovizna, no había viento, sólo el ruido de la camilla.
- Da para seguir durmiendo la verdad.
- A quién se le ocurre trasladarse a las dos de la tarde?
Entraron a un pasillo viejo y oscuro, con alguna que otra gotera, había una luz bien blanca en el fondo, una luz de fondo. Doblaron hacia otro pasillo y de ahí a la guardia. Una comitiva los esperaba, algunos policías.
- Buenas tardes- dijo Iván apenas mirando a alguien, avanzando como decidido a no perder tiempo y le sacó la sábana al único que estaba en una cama.
- Cuidado con la pierna, por favor- decía el paciente, y por el tono de voz se les hizo que era un poco verborrágico- no sabés lo que me duele. Cerca de 90 enfrentamientos y me viene a pasar esto de la manera más boluda...
Iván y Luis acercaron las camillas y lo pasaron con la ayuda de un par sin esperar que la médica del hospital terminara de explicarle el cuadro al médico de la ambulancia. Comenzaron a llevárselo.
- ...tenía el arma en la cintura, acabábamos de detener a un tipo, pero estaba en la comisaría, le estábamos tomando los datos y se me disparó...-
- Cuidado con los codos- dijo Iván antes de que doblaran para salir del pasillo sin fijarse si sus codos corrían riesgo de golpearse. Pareció no escucharlo porque siguió hablando, pero metió los codos adentro y no se golpearon.
Ya bajaban por la rampa del estacionamiento. El cielo estaba más oscuro, la llovizna no había variado. Si va a llover que llueva de una vez.
- ...no, pero en serio, me tirotié con tipos a una distancia de acá a la puerta- se miraron, y buscaron alguna puerta, dedujeron que siempre había una puerta cuando lo contaba o el tiro le había afectado el cerebro – y me vengo a pegar un tiro así. No entendía nada, de golpe ¡pa! todos me miran, me veo: sangre – la primer rueda de la camilla recibe la orden de Luis desde la palanca de atrás y se pliega, obediente; la segunda es un poco más rebelde pero con un poco de violencia cede. El policía queda hablando en la ambulancia y no le cierran la puerta por cortesía, pero se van adelante a buscar la gaseosa y tomar un poco en vez de fumar.
Aparece el médico con el familiar que va a acompañar y se suben atrás.
- Suerte- le dicen al médico antes de cerrar la puerta- en el maletín hay algodón.
- Al Churruca, no?-
Iván se fijó en el Nextel - Sí.
Prendió las luces giratorias, encendió la ambulancia y salieron.
- Estaba pensando que este laburo es mucho esperar- dijo Luis. Iván lo miró.
- Nos la pasamos esperando que suene el Nextel, o esperando que no suene. Suena cuando dormimos, cuando meamos, o cuando nos quedamos mirándolo a ver si suena.
- Sí- miró hacia delante – todos los laburos de emergencia eso de esperar un llamado. Y pasás de rascarte las pelotas a andar a mil. Ni pensás – hubo un silencio – tenés familia?
- Sí – sonrió Luis
- Hijos?-
- Uno de tres años, es un fenómeno – sonrió más todavía, Iván también y miró hacia delante.
- Vos?
- No.
- Y qué hacés de tu vida cuando te bajás de acá?
- Veo amigos, soy bombero – espero una llamada
- Qué edad tenés?
- 27
- Yo también. Siempre hiciste esto?
- No, estudié para cura unos años y pedí un año de licencia.
- Cuando se acaba?
- En un par de meses – comenzó a lloviznar más fuerte.
- Que vas a hacer?
- No sé. Siempre dije que si no se me cruzaba ninguna princesa volvía
Luis sonrió – Y se te cruzó.
La llovizna se transformó en lluvia torrencial. El médico golpeó desde atrás.
- Agarrá la autopista por favor.
Luis sonrió – ya no lo aguanta más- dijo y dobló para agarrar la autopista.
Casi sintió de nuevo que corría su pelo y acariciaba su rostro. Su sonrisa.

- Cuidado con los codos.
Entraron a la guardia, más policías, otra vez los familiares, una cara conocida vestida de enfermero que también se alegró.
- Cómo andás curita?
- Acá andamos, disfrutando de la vida, vos?
Antes de saludarse colgaron los sueros y lo cambiaron de camilla.
- Siempre caés de pie, eh?- dijo el enfermero de cara redonda y ojos saltones
- No estás más en Terapia?-
- Sí, pero hago algunas horitas acá.
- Qué tal la gente allá?
- Bien, como siempre.
- Nos vemos, portate bien.
El enfermero rió con risa de fumador – Vos también, y si te portas mal avisá.

V

Se fueron, acompañados otra vez por el ruido de la camilla.
- Esto amerita un cafecito, yo invito- dijo el médico.
En la ambulancia Luis comenzó a silbar el tema “I love you baby”, se sumó Iván y después el médico, movían la cabeza a un lado y al otro.
- Ouch- dijo Luis.
Patrulleros y gente amontonada, uno que hace señas.
- Viá publica para Sanfer, Coronado y Perú- dijo Ivan al Nextel.
Pasaron por delante de la escena y estacionaron cruzados, un auto con el parabrisas echo una telaraña y un tipo tirado en el piso con la cara ensangrentada. Bajaron a la lluvia.
- 12 minutos!- decía una mujer – tardaron doce minutos.
El médico se acercaba seguido de Iván que se colocaba los guantes. Luis sacaba la camilla y buscaba algunas cosas. Se arrodillaron al lado de la “víctima”. Iván le inmovilizó la cabeza y sintió la sangre caliente a través del guante, lo miró a los ojos, al revés.
- Cómo te llamás?
- Jonhatan.
- Te vamos a colocar un collar, sabés? y te vamos a subir a una camilla...
- No, pero yo tengo que laburar!
- Quedate tranquilo- dijo el médico.
Luis apareció con el collar cervical y se lo pusieron con el médico.
- Lo inclinamos sobre éste lado- dijo Luis mientras colocaba la tabla espinal del otro. Iván asintió con la cabeza- a la cuenta de tres.
Iván contó 3 y lo movieron a la vez. Lo ataron a la tabla con los abrojos, subieron la tabla a la camilla.
- Cortame el tránsito- le pidió Luis a un policía para poder meter la camilla a la ambulancia sin riesgo. Salieron con sirena.
Tenía abierto el brazo. Iván seguía sosteniéndole la cabeza para que no se moviese con las sacudidas de la ambulancia. – Le hago algo en el brazo?
- No, ya llegamos- dijo el médico
- Ok, pero pasame un apósito para la cabeza- levantó las cejas mirando el piso para que el médico viera que estaba chorreando sangre. Trataba de pararle la hemorragia presionando con su mano, pero un apósito iba a ser más efectivo. Jonhatan se dormía - Yoni.
Abrió los ojos – qué?
- Nada, te acordás de algo?
- No.
El médico le pasó un apósito y comenzó a escribir
- Cómo te llamás?... DNI? qué edad tenés?
La puerta de atrás se abrió y lo entraron al pasillo de la guardia corriendo una cortina ridícula que casi se mancha de sangre. En el pasillo había tres camillas, dos ocupadas. Una mujer con las piernas levantadas que se tapaba la cara y un hombre de la calle, acurrucado, de costado, el suelo vomitado. Una enfermera los vio llegar, se quedó parada unos segundos y se fue entre los biombos de la guardia. Volvió después de un par de minutos con un médico.
- Buenas noches.
- Buenas noches.
- Es para el traumatólogo- y se fue.
Esperaron como si fuera normal. No tardó tanto en aparecer.
- Buenas noches.
- Buenas noches.
- Perdió el conocimiento?- se puso guantes y le tocó la cabeza.
- No se acuerda, es posible, venía en moto...
- Con el casco en la mano.
Se miraron. El médico le sacó el collar.
- A ver mirá para allá – se miraron alarmados – ahora para allá... levantá la cabeza... bien levantate.
- Ay.
- Esta bien, quedate, traigan la tabla.
La enfermera trajo la tabla espinal del hospital, lo traspasaron.
- Chau yoni- le dijo Iván, tiró los guantes en un tacho con bolsa roja y mientras el médico terminaba el papeleo y Luis lavaba el collar salió a fumar.
Corrió la cortinita que daba a la calle, había un techito sin canaleta por lo que el agua chorreaba libremente. La lluvia hacía mucho ruido, tapaba los demás ruidos. Prendió un cigarrillo.
Acerca su mano al ganchito que le sostiene el pelo y lo libera. Cae suave. “No” dice ella, y sonríe, lo mira.
- Tenés uno?
- Sí.
Con los cigarrillos en la boca entraron la camilla y limpiaron la sangre del piso.
- Pasales 157- dijo el médico al salir.
- (Cric) Sanfer-
Demoran en responder, le da una pitada al cigarrillo.
- (Pip pip) adelante Sanfer.
- Con final señor, 157, queda en la guardia del zubizarreta.
- Copiado muchas gracias, les paso Alfaro y Estrada grado dos.
- Ok.
Terminan el cigarrillo y suben. Llega el pager.
- Traumatismo de miembros “llama el agresor”- lee Iván.
- Qué?
- Femenina de 35.
Luis prendió la sirena y aceleró.
- Hará falta código azul? (policía)- preguntó el médico
- Vamos a ver, doc, por ahí ya está en el lugar.
Iván agarraó la guía de calles y le fue diciendo donde doblar, no veían la hora de llegar.
- (cric) Sanfer con arribo.
- Copiado gracias, cualquier cosa avisen chicos.
- Ok, gracias.
Tocaron el timbre y esperaron. Lloviznaba
- Hijo de puta la concha de su madre – dijo Iván mirando la puerta.
- Si no vas a poder prefiero que te quedes- le dijo el médico
- No, está bien.
Finalmente abrió, era petiso y robusto, parecía sentirse culpable.
- Buenas noches – dijo en voz baja y extendió la mano. El médico la estrechó, Luis también, Iván ni siquiera lo miró.
Caminaron en silencio hasta el cuarto, ella estaba acostada en una cama doble plaza. Cerraron la puerta.
- Dónde te duele?- preguntó el médico
- Acá y acá- se señaló el hombro y la cadera, le temblaba la voz. Iván sentía mucha violencia interior.
El médico la trató con mucho cuidado, se fijó si podía mover el brazo y miró el hematoma de la cadera.
- Por suerte no tenés nada grave, si querés podemos aplicarte un analgésico que te va a calmar el dolor.
- No, está bien, muchas gracias.
- No necesitás más nada?- preguntó Luis
- No, muchas gracias por venir.
- No, por favor, podrás firmarme acá?
- Sí. – firmó.
- Cuidate- le dijo Iván
Lo miró y sonrió, triste.
Salieron al comedor donde estaba el tipo sentado, que se paró. Iván miró el Nextel.
- Tiene que abonar 13 pesos, doc.
- Sí – dijo el tipo, buscó en un armario y se los dio.
Al salir volvió a negarle la mano.
- (Cric) me copiás?
- Sí, adelante.
- Con final, 159, me dirijo a hacer cambio de galeno (médico).
- Ok, tenés que pasar a buscar a la doctora por su domicilio ahí te paso el pager con la dirección.
- Ok, gracias.
- Habrá sido una infidelidad? – preguntó el médico una vez que arrancaron.
- Puede ser- dijo Luis
- Para mí no justifica, es algo sagrado, a una mujer no se le pega – dijo Iván.
- Es jodido, ¿ustedes que harían? encontrás a tu mujer con otro.
- Me voy y me pongo en pedo, por ahí la lastimo con palabras, pero no la toco.
- Sí, yo también, me agarro un pedo de puta madre, me quedo con el chico y con eso la mato.
- Y vos, doc?
- No sé, supongo que no le pegaría, pero tendría que estar en la situación.
- Igual, si pasó una vez...- dijo Luis
- ...va a volver a pasar, totalmente- agregó Iván.
- La mujer que vive para el hombre es una idiota, la mujer es para los hijos. Igual que el hombre que vive para una mujer es un idiota, el hombre nació para la guerra, no para la mujer, la mujer es el descanso, el apoyo.
- Qué es la guerra?
- Esto es la guerra, para el futbolista la cancha, para nosotros la calle. Mi vieja vivía para mi viejo y era una idiota – le hubieran preguntado más pero esperaron y él no siguió hablando, sino que miró hacia adelante.
Despidieron al médico en una parada de colectivo, les deseó buen final de guardia y fueron a buscar a la médica, dieron el disponible por Nextel y buscaron un lugar para comer.

VI

Detuvieron la ambulancia frente a un bar de licuados y hamburguesas y pidieron licuados y hamburguesas. El piso estaba mojado. Luis seleccionó algunos temas en la fonola y bailó solo. La médica empezó a leer el diario. Iván notó la mirada de la mesera y no la desvió hasta que lo hizo ella, pero no volvió a mirarla, sino que recordó otros ojos. Si pudiera llamarla.
- Viste eso?- dijo Luis mirando por encima del hombro del de la doctora una noticia conocida sobre un hombre que se había comido a otro, y se sentó algo agitado a devorar su hamburguesa
- Una locura.
- Pip pip – sonó el Nextel – chicos.
- Siiii-
- Por donde andan?
- Balvanera
- Les paso grado uno entonces, apoyo PCR[1] para avella, en cuenta la distancia.
- Ok.
Una seña a la doctora y salir rápido. Iván volvió a entrar para pagar. Llovía otra vez.
- Dijo avella?- preguntó Luis, algo nervioso.
- Sí -contestó la doctora- no es tan lejos en realidad, salí por acá... vamos a bajar el bolso verde, el dain y el tubito de oxígeno...
- Ok.
Sirena furiosa a pesar de la lluvia, más velocidad de la habitual. Ansia de llegar, menos de Luis, que lo ponían un poco nervioso los paros cardiacos, equivoca la altura, vuelve. Salen de la casa antes de que se bajen de la ambulancia. Es un mal signo, malas caras, nadie dice buenas noches, suben sin correr pero rápido. Se abre la puerta del dormitorio, está el médico encima del paciente haciendo masaje cardíaco, el chofer trata de pincharle una vena en la mano con el suero preparado. Bolsos y equipos desplegados abajo y arriba de la cama. El pip! del ritmo cardíaco suena a la vez que el doctor comprime su pecho. El sonido seco del oxígeno de fondo. Cierran la puerta y entre ellos sí hay un buenas noches, como va?
- No pude intubarlo – anuncia el médico que ya estaba trabajando.
Iván lo reemplaza con las compresiones. El pecho del paciente está húmedo de transpiración y algo frío, tiene los ojos abiertos.
- Se despertó con mareos, sudoroso, la señora le dio Isordil sublingual-
- Mal hecho – acota la doctora
- Ah, si?- pregunta Luis
- Sí – confirma la doctora – podía ser un bajón de presión nada más-
- Nos llama a nosotros, cuando baja a abrirnos todavía hablaba, al subir ya estaba en paro. Vas a intentar de nuevo? – le dice el médico a Iván cuando lo ve agarrar el laringoscopio y el tubo endotraqueal dejando de comprimir, no tiene mucho sentido comprimir si el aire no entra bien, le quita la mascarilla, le abre la boca semirígida. La sangre impide ver bien, está lastimado por los intentos, la sábana también tiene algunas manchas de sangre. Entra con el laringoscopio por la comisura izquierda con dificultad, la linternita de la punta hace lo posible pero la verdad es que no se ve casi nada, imposible ubicar las cuerdas vocales, empuja la lengua lo más posible.
- Encima es de cuello corto.
- Sí, eso dificulta mucho.
Ingresa el tubo endotraqueal y se traba, cuesta ubicar algún conducto y Dios quiera que sea la tráquea, finalmente entra.
- Sacale el alambre
Le quita el alambre y ensambla el ambú, le da aire pero se infla el estómago, entró a la faringe. Le saca el tubo y sigue con las compresiones, la doctora quiere intentar. Mientras tanto terminan le encuentran una vena para el suero y parten ampollas de adrenalina para dejarle en la sangre. El doctor le pasa las paletas del desfibrilador.
- Apoyalas nomás.
Así lo hace y el doctor mira el registro, los demás no necesitan hacerlo porque escuchan el piiiiiip sin variaciones. La muerte se lo lleva. O ya se lo llevó. La doctora saca el tubo endotraqueal: otra vez entró en la faringe. Luis se ofrece a seguir con el masaje cardíaco, Iván vuelve a agarrar el laringoscopio, siente que lo miran como a un ingenuo. Recuerda al único muñeco que intubó en su vida, ilumina con el laringo, empuja la lengua trata de ver mejor, pero no se puede, agarra el tubo y le dobla más la punta, ingresa aun sin ver, mete sus dedos para guiarse, razón por la cual lo reprendieron aquella vez con el muñeco aunque fuera el que lo hizo más rápido y entra, esta vez un poco más arriba, se apura a sacar el alambre y dar aire. Sonríe. Soy un capo
- Bien – dice el médico y quisiera poner más énfasis, pero sabe que igual está muerto. Agarra las paletas, Iván se ubica como para tomarlas y el médico se las pasa. Recuerda de cuando era chofer y las probaba todas las mañanas que el botón de carga es el negro al costado y el de descarga el rojo. La lucecita verde de la de la izquierda se prende, la amarilla todavía no. Titila, lee lo que dice cada una: “apex” y “sternon”, las estaba agarrando al revés, corrige, la luz amarilla se prende, coloca la de apex bajo la tetilla izquierda y la otra sobre el esternón, se fija de que nadie, (ni él) esté tocando al paciente y apreta los dos botones rojos a la vez. La persona se sacude, no con un sacudón sino como si tuviera escalofríos.
El doctor mira el registro – dale otra.
Vuelve a cargar y a lo choca de nuevo. No hay respuesta.
- Pupilas midriáticas – dice mientras las observa con una linterna – te parece doc?
- Hace cuanto están?
- Media hora.
- Sí, ya está, hoy ya es dieciocho, no?- anota en la historia clínica – qué codigo de auxilio les pasaron a ustedes?
- Negativo xilocaína siete (0X7)
- Ok, voy a decirle a los familiares. Acomoden un poco – salen los dos médicos
Tiran las ampollas, jeringas, guantes. Se escuchan las palabras
- No salió del paro.
- Cómo que no salió? Por qué no lo llevaron a algún lugar?- porque ningún hospital recibe un muerto, señora- Cómo que no salió?
Silencio.
- Puedo pasar?
- Sí – no habían terminado de acomodar.
- No puede ser! Viste viejo? Te dije! No puede ser! – la mujer llora sobre su pecho.
Iván siente asco de si mismo porque se alegró tanto de intubarlo. Ahora lo ve intubado y le parece ridículo, no lo hizo por el paciente, lo hizo por él. Quizá en el fondo no le importaba si salía.
- Por favor no hagan ruido que está la madre abajo, tengo que pensar cómo se lo voy a decir, cómo hago?
- Tranquila – le dice un hombre que entra. Y la agarra por los hombros.
- Yo le di una pastilla, no estuve mal, no?
- No, estuvo perfecto- le responde Iván sin mirarla.
El hombre se la lleva.
Luis le cierra los ojos, Iván le saca el tubo.
- Esto es de ustedes?- pregunta el otro paramédico.- Sí, y esto es tuyo- responde Luis y se reparten las cosas como si fueran juguetes que compartieron por un rato.
Cierran los maletines, suenan los cierres de los bolsos de paro, se cuelgan los desfibriladores y salen a atravesar la escena de dolor casi sin mirar, casi sin dejar que los toque mucho, como aguantando la respiración para pasar por el humo del incendio sin intoxicarse.
[1] Paro Cardiorrespiratorio.

VII

Abajo respiraron la noche fresca de nuevo, arriba hacía calor, están transpirados. No llueve pero gotean los árboles y las luces de la calle se reflejan en el asfalto. Guardaron las cosas en las ambulancias y las dejaron abiertas mientras esperaban a los médicos. Se reunieron en la ambulancia. Ya no hablan de lo que pasó.
- La semana que viene estamos solos.
- Quilmes y Lomas no van a estar, no?
- No. Mucho laburo tuvieron ustedes?
- Y... ahora que pienso el curita nos está trayendo suerte- dice irónicamente- nos atrae los paros, los vía pública...
- El “curita”... vos eras el que estaba con “la mona” esa noche?
Iván sonrió se demoró un poco en contestar. Analizaba la mirada del otro para ver si hablaba de lo que se imaginaba.
- Sí.
- Qué pasó?- preguntó Luis
- Se escuchó mucho?- preguntó Iván.
- Se escuchó todo.
Iván se limitó a sonreír.
- Cuenten boludos.
Aparecieron los médicos, y se despidieron “buena guardia” sonó de los labios de todos. La calle se inundó falshes verdes y arrancaron a la vez, se separaron en la esquina.
- Contá curita.
- Qué cosa?- preguntó la médica.
- Nada, una boludez.
- Contala entonces.
- Noche de Navidad... todos los móviles en la calle... preguntale a “la mona”, no voy a contar cosas que lo involucran a él, (y a otras personas) si él quiere que te cuente, nada del otro mundo, pero hay que tener mucho cuidado con este aparatito- colgó el micrófono de la radio del canal abierto.
- Quién es la mona?- preguntó la médica.
- Otro chofer- respondió Ivan.
- Por fin me contestan algo.
- Sos un hijo de puta, nos vas a dejar así?
- Pip pip-
- Me salvo la campana, adelante.
- Chicos les paso grado dos, Azcuénaga 1900, gradooooo dos.
- Ok, gracias- no le alcanzaba la cara para sonreir. Prendió la sirena.

- Me parece que es ahí- dijo el chofer señalando un cabaret – Sanfer con arribo. Sí ,sí es ahí.
Un hombre de traje se acercaba a la ambulancia haciendo señas. Estacionaron y bajaron.
- Basta de agua- dijo Luis a las gotas que empezaban a caer de nuevo.
- Bajen el oxígeno.
Iván agarró el maletín, Luis el oxígeno, y siguieron a la médica que ya avanzaba. Al lado del cabaret había otro y enfrente se elevaban por encima de un paredón las cruces del cementerio de la recoleta. Era una escena muy extraña.
Pasaron del fresco al calor asfixiante, del silencio al ruido. Muchas mujeres, algunos clientes, el hombre de traje los guió hacia una escalera custodiada por una vikinga con trenzas y una espada.
- Llevalos arriba, a la cocina- le dijo y la vikinga subió delante de ellos.
En el primer piso al parecer había un par de camas y en el segundo el ruido estaba más alejado, era un ruido sordo y la realidad se teñía de gris, era una cocina industrial abandonada donde la mayoría de las cosas eran de metal y algunas goteras hacían eco de la tormenta que otra vez empezaba. Había algunas chicas alrededor de las dos pacientes. Una respiraba con dificultad, la otra se agarraba el pecho con cara de sufrimiento.
- Buenas noches.
- Hola- respondieron algunas.
- Sos asmática?- preguntó la médica.
La mujer asintió, tenía los ojos bien abiertos, mirada asustada.
- Te aplicaste el ventolín?
- Sí – respondió otra – muchas veces.
- Demasiadas – dijo la médica mientras se colocaba el estetoscopio y escuchaba la espalda. No tenía mucha ropa para levantar. Por qué tarda tanto?- Hay algún lugar donde la podamos recostar?
- A ver... sí por acá.
La ayudan a recostarse en un sillón cercano.
- Le vamos a poner oxígeno – dice la médica a cualquiera de los dos. Era hora. Uno acerca el tubo y lo abre, el otro va preparando la nebulización- 20 gotas de ventolín.
- En cuanto de solución, doc?
- 3 cm.
Luis se acordó de la otra paciente, con un gesto le pidió el estetoscopio a la médica como pidiéndole autorización, ella asintió y buscó el tensiómetro del maletín para tomarle la presión. Era una paciente un poco más atractiva y más desabrigada.
- Vamos a necesitar el electro.
Luis miró con desilusión.
- Dame la llave- le dijo Iván y se la dio feliz.
Bajó la escalera cruzándose con chicas que miraban y rozaban, acostumbradas a eso. Abajo dos bailaban con un tubo en el escenario y un gordo vestido de traje tomaba algo con dos chicas que nunca lo tocarían fuera del trabajo. El de la puerta le abrió con rapidez y solemnidad, casi con respeto y se le cruzó por la cabeza el pensamiento de que la gente de la noche tiene códigos que a veces otra gente no. A veces son más solidarios.
Trotó hasta la puerta lateral de la ambulancia para mojarse lo menos posible. Prendió la primera tecla que encontró y se encendió la luz de “quirófano” una luz muy blanca iluminando la camilla vacía. Eligió entre los bolsos el del electro y apagó la luz. Todo se volvió una oscuridad absoluta y resaltó el repicar de la lluvia en la chapa.

La mano de ella en su rostro lo salva, lo sostiene. Alivia lo que dolió tanto tiempo.
La mano de ella busca sus latidos.
Toca sus labios. Acariciaría su rostro cada segundo de cada hora del tiempo que le quede.
La suavidad de su espalda.

Saltó a la lluvia y cerró con fuerza la puerta lateral.

- Te duele acá?- le preguntó Luis tocándole el esternón. La médica se acercó a la mesada de metal para llenar la historia clínica y lo reprendió con la mirada.
- Que se recueste allá, le vamos a hacer un electro.
Llegó Iván, sacó el electro, las pinzas, buscó algodón con alcohol del maletín y le colocó las pinzas en muñecas y tobillos mientras Luis conectaba los cables el negro en el tobillo derecho, de ahí rojo, amarillo y verde como el semáforo. Puso el “chupete” a la derecha del esternón y lo prendieron. Esperaron dos segundos que caliente la aguja, lo pusieron en “I” y empezó a correr.
- No hables- le dijeron a ella, aunque no había dicho nada.
Pasaron varios registros y llegaron a las precordiales, parecía totalmente normal. Iván frenó el electro.
- 2- dijo y Luis cambió el chupete de lugar a la izquierda del esternón.
- 2- dijo Luis y el electro volvió a correr. Lo detuvo de nuevo.
- 3.
Siguió cambiando el chupete de lugar hasta el 5, le hizo un II largo, cortó el papelito y se lo entregó a la médica mientras Luis le sacaba las pinzas.
Iván la miró. No tenía nada.
- Cómo te llamás?
- Perla.
- Es tu nombre de verdad?
- No, Valeria.
- Muchos líos, no?
Ella lo miró y lo analizó con la mirada, alivió las cejas.
- Sí – cerró los ojos y se recostó.
Por unos segundos se sintió cura. Sintió pena y ganas de agarrar el alma de esa chica y sacarla de ahí. Le apoyó la mano sobre la cabeza lo más torpemente que pudo, para que no lo malinterpretase y vio caer sus lágrimas sin llevarse ninguna, no eran para él y tenía demasiadas en sus manos, no quería más lágrimas en sus manos, no por un tiempo.
- Necesitás alguien que te cuide Vale, que te cuide en serio, alguien que te trate de verdad como a una perla.
Abrió los ojos y sonrió.
- Sí.
- Le ponemos una Diclo, es muscular el dolor.
- No! no me pongan nada.
- Sí, pónganle igual- se dieron vuelta. Era una mujer de unos 50 años, cara amargada, quizá la dueña, o la jefa, o la encargada de algo...
- Si ella no quiere no le vamos a poner nada – dijo Iván sintiendo que se le llenaban las venas del cuello. Lo correcto hubiera sido decir “no podemos, por ley, aplicarle nada” pero había entendido que estaba acostumbrada manipular y decidir sobre otros cuerpos como si fueran objetos y no le gustó nada.
- Ay, pero es la salud.
- Sí, pero ella puede decidir perfectamente qué se va a hacer con su cuerpo, además no es grave – nunca te importó su salud vieja de mierda
- Duele mucho?- preguntó Valeria.
- No, mi amor, vas a ver qué mano que tenemos- le dijo Luis.
- Bueno, está bien.
- Permiso- le dijo Iván a la mujer y cuando se corrió preparó la inyección y se la pasó a Luis.
La médica cerró el tubo de oxígeno y le quitó la máscara a la otra chica que ya respiraba con normalidad.
- Pip pip-
- Adelante.
- Vas a derivar?- los estaban apurando.
- Negativo.
- Me referís la demora?
- 5 minutos, demora por medicación y contención.
- Ok.

Cuando terminaron eran cerca de las 4. Pudieron bajar hasta la base y descansar un poco.

VIII

- Pip pip.
Abrió los ojos. Vio en la oscuridad el brazo de Luis alcanzar la mesa para agarrar el Nextel.
- Adelante- prácticamente no tenía voz.
Empezó a estirarse en la reposera que usaban para dormir. Las bases estaban diseñadas para que no den ganas de quedarse. Incómodas, sucias, casi vacías. En algunas había ratas, se decía que en una había espíritus y dormían siempre en la ambulancia.
- Te paso grado dos por favor, Mansilla y Garibaldi, Victoria- la voz de la despachadora no daban muchas ganas de vivir.
- Copiado.

- Meté sirena – dijo la médica. Iba rápido porque era lejos.
- Es tarde, doqui.
- Pero está lloviendo, por favor- en el cuello de la doctora brillaban dos chapitas doradas con forma de hijos.
No terminó de decirlo cuando de golpe apareció un auto justo delante de ellos, había salido de la nada, se mandó a toda velocidad a cruzar la avenida antes de que cortase el semáforo y tuvieron la escena en la cabeza de chocarlo por la mitad. Iván pensó que la ambulancia viraría hacia la izquierda y saldría despedido por el parabrisas por ser el único que no llevaba cinturón puesto. Si pasaba eso estaba en problemas. Luis frenó lo menos posible para no perder el control, pero la ambulancia comenzó a girar hacia la izquierda. El auto desapareció tan rápido como había aparecido. El chofer tuvo la frialdad de acelerar en lugar de frenar y eso le salvó la integridad física a todos. Luis sacó el pie del freno y la ambulancia se enderezó. Puso la sirena. Nadie dijo nada. Se bajaron y entraron al domicilio. Otra vez el apuro que suele ser mal signo, la adrenalina los despertó un poco hasta que vieron al paciente sentado y hablando.
- Se desmayó!- dijo la madre
- Estuvo vomitando toda la noche...
- Buscapina compuesta- dijo la médica en voz baja – abrí la boca.
Abrieron el maletín.
- Pasame un bajalenguas, decí “aaaaah”
- “Aaaaah”.
Fueron preparando la inyección. Con el bajalenguas le provocó una harcada.
- Abrí grande. Tengo que ver
- Aaaaah
Le provocó otra harcada
- Listo. Le vamos a aplicar una buscapina, sí? para frenarle los vómitos, el desmayo fue un bajón de presión, quizá una muy leve deshidratación por los vómitos, que tome mucho líquido.
Luis le daba golpecitos a la aguja en el fondo de la ampolla de vidrio vacía para desafilarla a propósito.
- Duele eso?- dijo el chico con cara de terror.
- Qué edad tenés?- preguntó Iván.
- 22.
- Acostate, por favor-
- Efecto Citrus- dijo Luis.
- Totalmente- ambos sabían que eso duele.
- Fírmeme acá por favor- le dijo la médica al padre.
Luis llevó el maletín a la ambulancia, Iván esperó que la médica diera las últimas indicaciones en el pasillo. Miraba un cuadro de Dalí en la pared. “El Cristo” de Dalí.
Una vez en la ambulancia la medica miró fijamente a Luis.
- La puta que te parió Luis. Nunca más vas conmigo a un grado dos sin sirena.
Rieron un poco.

Misteriosamente no tuvieron nada hasta las 7.
Iván se levantó y preparó mate. Luis lavaba la ambulancia, la médica dormía. Iván le pasó un trapo por adentro e hizo el parte de la medicación que habían gastado mientras tomaban mate. Llegó el relevo de Luis y se despidieron, le dejaron un beso a la doctora.
- Para dónde vas?
- Para allá.
- Listo, un gusto capo, por ahí nos cruzamos otra vez.
- Igualmente maestro, mucha suerte.

IX

La luz del amanecer nublado lo encandilaba. Caminó hasta lo de su padre. Entró y arrojó la llave en la mesa para anunciar su llegada. La luz del baño estaba prendida.
- Iván?
- Sí.
Fue hasta la heladera. Tiró algunas cosas vencidas y abrió un alfajor. Puso la pava al fuego.
Volvió al comedor y prendió la televisión. Su padre apareció y lo abrazó.
- Cómo te fue?
- Bien, no podés comer alfajores, viejo, y lo sabés.
- Tu hermana hace lo mismo, llega y me vacía la heladera.
- Me voy a ir de Vittal y no voy a poder mandarte más ambulancias.
- Ya te decidiste?
- No, pero seguro que vuelvo.
- Te conozco, nos conozco, el tema de la mujer va a ser muy jodido.
- Sí, pero no voy a extrañar acostarme con alguien, me mata el tema de la ternura de la mujer, igual no voy a decidir otra vez por los sentimientos, voy a decidir según lo que crea que tengo que hacer. Voy a estar bien, no te preocupes.
Sonrió - estás preparando mate? un par me tomo.

X

Tomó el colectivo en la esquina de lo de su padre y cabeceó en el viaje. Se despertó dos paradas más allá y volvió buscando los techos para no mojarse. Llegó al arco de piedra del cuartel Central y saludó al cuartelero, que pasaba un trapo por el piso.
- Qué hacés “padrecito”?
- Cómo va, mono?- extendió la mano al viejo que estaba detrás de la ventana de la guardia, el bombero más antiguo – Cómo anda, Martins?
- Bien, Iván, vos?
- Mejor daría asco.
Atravesó el pasillo poblado de camiones rojos y llegó hasta el vestuario donde descansaban los sacos de cuero y los cascos. Abrió el candado de una taquilla y sacó su uniforme azul.

XI

Dos minutos después miraba el fuego de la hornalla fijamente. Iba a volver. Algo se encendía en su pecho cuando pensaba así, algo había dentro de él que le decía que era lo que tenía que hacer. Algo que no gritaba pero hablaba claro, algo que se podía ignorar tranquilamente, pero si se escuchaba atentamente estaba ahí. La esencia, o lo que sea que cada uno tenga grabado adentro. Sacó la pava del fuego y llenó el termo. Fue hacia delante. Tomaron unos mates con el mono mirando caer la lluvia. La espera se agudizaba en el cuartel, si bien había un promedio de dos salidas diarias, podían pasar días enteros sin que pasase absolutamente nada.

Apoya sus labios en su frente y quiere dejarlos ahí siempre.

Suena la chicharra, el mono corre a la guardia, Iván deja el mate a un costado y empuja los portones. Empieza a sonar la sirena general, camina hacia el fondo mientras el mono enciende el primer camión. Se saca los zapatos, mete los pies en las botas, sube los pantalones de nomex y se calza los tiradores. Sonríe a los que llegan corriendo.
- Buenas
- Cómo va, capo?
- Todo bien
Vuelan zapatos. Se pone el saco de nomex al hombro, toma el casco y vuelve al pasillo cruzándose con otros que llegan. Se para al costado del camión.
- Qué es?- pregunta el Oficial que llega.
- Una casa – responde el mono y le pasa un papelito con la dirección.
- Vamos, arriba!!
Abren las puertas y suben. Los giratorios rojos iluminan el pasillo, comienza a arrancar mientras sube el último, abajo quedaron un par. Comienza a sonar la sirena en la avenida. Se colocan los sacos y ven pasar la avenida a toda velocidad. Atrás vienen el hermano mayor de los Pravatto, Aguilar hijo (que tiene una cicatriz en la cara por atajar al hermano menor de los Pravatto cuando se cayó en el incendio de los barcos), y “Tato” Bancalari. Moriría al lado de cualquiera de ellos.
Al principio le parece que no, pero después está seguro. El celular se está moviendo, alguien llama, intuye que es ella. Trata de meter la mano abajo del pantalón de nómex pero sabe que no va a llegar a atender, y sabe que aunque atendiera no va a poder escuchar nada con la sirena.
Casi le parece gracioso. Sonríe y mira la lluvia. Se calza el casco. No es nada bueno pensar esas cosas antes de un incendio.

... es increíble que esté pasando. Sus labios son firmes. Como en los sueños, no tiene idea de cuánto tiempo pasa. Cuando sus labios se separan siente que no el importa absolutamente más nada.