VII

Abajo respiraron la noche fresca de nuevo, arriba hacía calor, están transpirados. No llueve pero gotean los árboles y las luces de la calle se reflejan en el asfalto. Guardaron las cosas en las ambulancias y las dejaron abiertas mientras esperaban a los médicos. Se reunieron en la ambulancia. Ya no hablan de lo que pasó.
- La semana que viene estamos solos.
- Quilmes y Lomas no van a estar, no?
- No. Mucho laburo tuvieron ustedes?
- Y... ahora que pienso el curita nos está trayendo suerte- dice irónicamente- nos atrae los paros, los vía pública...
- El “curita”... vos eras el que estaba con “la mona” esa noche?
Iván sonrió se demoró un poco en contestar. Analizaba la mirada del otro para ver si hablaba de lo que se imaginaba.
- Sí.
- Qué pasó?- preguntó Luis
- Se escuchó mucho?- preguntó Iván.
- Se escuchó todo.
Iván se limitó a sonreír.
- Cuenten boludos.
Aparecieron los médicos, y se despidieron “buena guardia” sonó de los labios de todos. La calle se inundó falshes verdes y arrancaron a la vez, se separaron en la esquina.
- Contá curita.
- Qué cosa?- preguntó la médica.
- Nada, una boludez.
- Contala entonces.
- Noche de Navidad... todos los móviles en la calle... preguntale a “la mona”, no voy a contar cosas que lo involucran a él, (y a otras personas) si él quiere que te cuente, nada del otro mundo, pero hay que tener mucho cuidado con este aparatito- colgó el micrófono de la radio del canal abierto.
- Quién es la mona?- preguntó la médica.
- Otro chofer- respondió Ivan.
- Por fin me contestan algo.
- Sos un hijo de puta, nos vas a dejar así?
- Pip pip-
- Me salvo la campana, adelante.
- Chicos les paso grado dos, Azcuénaga 1900, gradooooo dos.
- Ok, gracias- no le alcanzaba la cara para sonreir. Prendió la sirena.

- Me parece que es ahí- dijo el chofer señalando un cabaret – Sanfer con arribo. Sí ,sí es ahí.
Un hombre de traje se acercaba a la ambulancia haciendo señas. Estacionaron y bajaron.
- Basta de agua- dijo Luis a las gotas que empezaban a caer de nuevo.
- Bajen el oxígeno.
Iván agarró el maletín, Luis el oxígeno, y siguieron a la médica que ya avanzaba. Al lado del cabaret había otro y enfrente se elevaban por encima de un paredón las cruces del cementerio de la recoleta. Era una escena muy extraña.
Pasaron del fresco al calor asfixiante, del silencio al ruido. Muchas mujeres, algunos clientes, el hombre de traje los guió hacia una escalera custodiada por una vikinga con trenzas y una espada.
- Llevalos arriba, a la cocina- le dijo y la vikinga subió delante de ellos.
En el primer piso al parecer había un par de camas y en el segundo el ruido estaba más alejado, era un ruido sordo y la realidad se teñía de gris, era una cocina industrial abandonada donde la mayoría de las cosas eran de metal y algunas goteras hacían eco de la tormenta que otra vez empezaba. Había algunas chicas alrededor de las dos pacientes. Una respiraba con dificultad, la otra se agarraba el pecho con cara de sufrimiento.
- Buenas noches.
- Hola- respondieron algunas.
- Sos asmática?- preguntó la médica.
La mujer asintió, tenía los ojos bien abiertos, mirada asustada.
- Te aplicaste el ventolín?
- Sí – respondió otra – muchas veces.
- Demasiadas – dijo la médica mientras se colocaba el estetoscopio y escuchaba la espalda. No tenía mucha ropa para levantar. Por qué tarda tanto?- Hay algún lugar donde la podamos recostar?
- A ver... sí por acá.
La ayudan a recostarse en un sillón cercano.
- Le vamos a poner oxígeno – dice la médica a cualquiera de los dos. Era hora. Uno acerca el tubo y lo abre, el otro va preparando la nebulización- 20 gotas de ventolín.
- En cuanto de solución, doc?
- 3 cm.
Luis se acordó de la otra paciente, con un gesto le pidió el estetoscopio a la médica como pidiéndole autorización, ella asintió y buscó el tensiómetro del maletín para tomarle la presión. Era una paciente un poco más atractiva y más desabrigada.
- Vamos a necesitar el electro.
Luis miró con desilusión.
- Dame la llave- le dijo Iván y se la dio feliz.
Bajó la escalera cruzándose con chicas que miraban y rozaban, acostumbradas a eso. Abajo dos bailaban con un tubo en el escenario y un gordo vestido de traje tomaba algo con dos chicas que nunca lo tocarían fuera del trabajo. El de la puerta le abrió con rapidez y solemnidad, casi con respeto y se le cruzó por la cabeza el pensamiento de que la gente de la noche tiene códigos que a veces otra gente no. A veces son más solidarios.
Trotó hasta la puerta lateral de la ambulancia para mojarse lo menos posible. Prendió la primera tecla que encontró y se encendió la luz de “quirófano” una luz muy blanca iluminando la camilla vacía. Eligió entre los bolsos el del electro y apagó la luz. Todo se volvió una oscuridad absoluta y resaltó el repicar de la lluvia en la chapa.

La mano de ella en su rostro lo salva, lo sostiene. Alivia lo que dolió tanto tiempo.
La mano de ella busca sus latidos.
Toca sus labios. Acariciaría su rostro cada segundo de cada hora del tiempo que le quede.
La suavidad de su espalda.

Saltó a la lluvia y cerró con fuerza la puerta lateral.

- Te duele acá?- le preguntó Luis tocándole el esternón. La médica se acercó a la mesada de metal para llenar la historia clínica y lo reprendió con la mirada.
- Que se recueste allá, le vamos a hacer un electro.
Llegó Iván, sacó el electro, las pinzas, buscó algodón con alcohol del maletín y le colocó las pinzas en muñecas y tobillos mientras Luis conectaba los cables el negro en el tobillo derecho, de ahí rojo, amarillo y verde como el semáforo. Puso el “chupete” a la derecha del esternón y lo prendieron. Esperaron dos segundos que caliente la aguja, lo pusieron en “I” y empezó a correr.
- No hables- le dijeron a ella, aunque no había dicho nada.
Pasaron varios registros y llegaron a las precordiales, parecía totalmente normal. Iván frenó el electro.
- 2- dijo y Luis cambió el chupete de lugar a la izquierda del esternón.
- 2- dijo Luis y el electro volvió a correr. Lo detuvo de nuevo.
- 3.
Siguió cambiando el chupete de lugar hasta el 5, le hizo un II largo, cortó el papelito y se lo entregó a la médica mientras Luis le sacaba las pinzas.
Iván la miró. No tenía nada.
- Cómo te llamás?
- Perla.
- Es tu nombre de verdad?
- No, Valeria.
- Muchos líos, no?
Ella lo miró y lo analizó con la mirada, alivió las cejas.
- Sí – cerró los ojos y se recostó.
Por unos segundos se sintió cura. Sintió pena y ganas de agarrar el alma de esa chica y sacarla de ahí. Le apoyó la mano sobre la cabeza lo más torpemente que pudo, para que no lo malinterpretase y vio caer sus lágrimas sin llevarse ninguna, no eran para él y tenía demasiadas en sus manos, no quería más lágrimas en sus manos, no por un tiempo.
- Necesitás alguien que te cuide Vale, que te cuide en serio, alguien que te trate de verdad como a una perla.
Abrió los ojos y sonrió.
- Sí.
- Le ponemos una Diclo, es muscular el dolor.
- No! no me pongan nada.
- Sí, pónganle igual- se dieron vuelta. Era una mujer de unos 50 años, cara amargada, quizá la dueña, o la jefa, o la encargada de algo...
- Si ella no quiere no le vamos a poner nada – dijo Iván sintiendo que se le llenaban las venas del cuello. Lo correcto hubiera sido decir “no podemos, por ley, aplicarle nada” pero había entendido que estaba acostumbrada manipular y decidir sobre otros cuerpos como si fueran objetos y no le gustó nada.
- Ay, pero es la salud.
- Sí, pero ella puede decidir perfectamente qué se va a hacer con su cuerpo, además no es grave – nunca te importó su salud vieja de mierda
- Duele mucho?- preguntó Valeria.
- No, mi amor, vas a ver qué mano que tenemos- le dijo Luis.
- Bueno, está bien.
- Permiso- le dijo Iván a la mujer y cuando se corrió preparó la inyección y se la pasó a Luis.
La médica cerró el tubo de oxígeno y le quitó la máscara a la otra chica que ya respiraba con normalidad.
- Pip pip-
- Adelante.
- Vas a derivar?- los estaban apurando.
- Negativo.
- Me referís la demora?
- 5 minutos, demora por medicación y contención.
- Ok.

Cuando terminaron eran cerca de las 4. Pudieron bajar hasta la base y descansar un poco.

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